Echar(te) de menos
Echarte de menos no estaba en mis planes. Aunque tampoco
encontrarte y qué bonita casualidad. Echarte de menos me duele, al igual que
los kilómetros que nos separan que se me clavan como cada vez que la aguja se
mueve en el reloj, que no sé si me entristece porque es tiempo que no paso a tu
lado, que no sé si me alegra porque queda menos para volver a abrazarte.
Echar (te) de menos,
necesitar (te).
Pero no solo te echo
de menos a ti; echo de menos tu voz, tus besos, tus abrazos, tus caricias. La
electricidad. Echo de menos las risas, tus te
quiero, e incluso los silencios. Tus dedos dibujando estrellas en mi piel. Echo
de menos mirarte a los ojos y sonreír sin decir nada y perderme en tu mirada. Y
perderme en ti. Y contigo.
Que (te) quiero soñar cada segundo de mi sueño, que es la única forma
que tengo de estar cerca de ti y contigo, y besarte, y abrazarte y
sentirte. Si cierro los ojos escucho tu voz susurrándome versos al oído,
cantándome poesía. Que siento tus manos sobre las mías, nuestros dedos entrelazándose, que guías mis pies en la pista de baile y
si tropezamos juntos reímos. Y escucho las risas de fondo, que son la
banda sonora de cada paso y cada movimiento que damos. Que qué más da lo que digan, lo que hablen, lo que piensen, si ahora mismo te (nos) siento más fuerte que nunca.
Echarte de menos es
pasajero porque echar (te) de menos no está en mis planes. Y seguir sumando momentos a tu lado sí.
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