Rosa



  Esta noche de verano en la que el firmamento está estrellado, mirar al cielo me resulta difícil. A lo mejor estoy soñando y todo lo que ha pasado es una simple pesadilla. Bueno, simple no: Las pesadillas no son tan complejas, no te ahogan hasta que te duele el pecho por la falta de aire. Ahora mismo me falta el aire y me faltas tú.

   La flor que sostengo en la mano es del mismo tono que tus labios. O al menos lo eran. Siempre con ese tono rosado, siempre dándole color a tu sonrisa que cada día, junto con tus ojos color café, adornaba tu cara. Pero no me enamoró tu belleza, porque no eras una chica que sobresalieras, no eras guapa, eras normalita, eras perfecta para mí. A mis ojos eras la más bonita, la única a la que podía mirar. Una rosa que nace en un jardín de lirios blancos. Tú formabas los pétalos, los estambres y el cáliz y yo me uní a ti en forma de espinas. Tú eras la alegría y yo el dolor...

      Ahora, cada paso que doy al frente es un momento vivido a tu lado que se me clava, como si estuviera andando descalzo sobre cristales. Se me clava la primera mirada. De todos los ojos que había en la sala los tuyos se toparon con los míos y no apartaste la vista hasta un rato después. Yo tampoco lo hice. Fuiste tú la primera en bajar la mirada. Se me clavan las primeras palabras que intercambiamos. Tu "Perdona, ¿está ocupado?" y mi "No. Te puedes sentar." Se me clava el primer beso, el que te robé después de llevarte al cine. No recuerdo qué película vimos porque no presté atención a la pantalla. No dejé de mirar a la verdadera estrella de la sala que brillaba con luz propia cada vez que sonreía porque le había hecho gracia alguna escena. Se me clavan los abrazos, los mensajes de madrugada, las letras de las canciones que cantabas en la ducha, los te quiero susurrados al oído, las caricias y la noche en la que por primera vez fuimos uno.

   Vuelvo a mirarme la mano y me doy cuenta de que la flor que sostengo no es una flor cualquiera. Es una rosa, como tú, pero sin espinas. Eres tú sin mí. Era todo perfecto y te fuiste.

   La rosa que sostengo en la mano es roja como tus labios y roja como tu sangre...

   Yo no quería... Tenías que ser solo para mí, solo mía. Nadie en nuestro entorno lo entendía. ¿Por qué todos te decían que me dejaras? ¿Fue porque te pegué una vez? Estaba cabreado, ¡joder! ¿A quién le escribías tantos mensajes? Lo mejor que hiciste fue dejarme el móvil para ver tu lista de contactos y darme cuenta de que solo eran tus amigas, esas mismas que te decían que me dejaras. Y hubo un tiempo en que pensaste que tenían razón. Sé que lo pensaste porque no te acercabas a mí y pasabas más tiempo fuera de casa pero eso se terminó. No volviste a salir más con tus amigas. Ellas no tenían razón y yo era el único que se preocupaba por ti. Y te quería tanto...

   Aquella noche no sé lo que pasó. Me acuerdo a malas penas de los hechos... Venía borracho del bar. Sí, borracho porque necesitaba ahogar mis penas; tus gritos y tus llantos se habían convertido en la banda sonora de mi día a día. ¡Me hiciste creer que la culpa era mía! Yo no quería hacerte daño pero no me dejabas otra opción... Cuando llegué a casa abrí la puerta. ¿O estaba ya abierta? Creo que desde que di el portazo y los tornillos se salieron de su sitio no la arreglamos. Yo no fui al carpintero porque no me apetecía y tú no querías salir a la calle porque no querías que la gente te viera con esos moratones en la cara. Te veías horrible pero para mí siempre fuiste guapa.

   Cuando entré en la cocina estabas sentada en una silla llorando y odiaba verte así pero ya me cansaba esa situación y fui a coger un vaso para echarme más vino. Te levantaste y empezaste a gritarme diciéndome que estabas harta y empezaste a reprocharme un montón de cosas pero no entendías que todo lo que hacía lo hacía por tu bien. Entonces me dijiste que me dejabas, que te ibas a ir y me percaté de las maletas que estaban al lado de la puerta. ¿Cómo ibas a irte si estábamos hechos el uno para el otro? Tenía que evitarlo de alguna manera, no podía dejar que fueras para nadie más.

   Todo pasó muy rápido: El cuchillo que estaba secándose en la ventana pronto dejó de estar seco para mancharse con los pétalos de la rosa. Mi rosa se deshojaba. Yo le había cortado las raíces sin querer y se le escapaba la vida poco a poco. Pero había dejado de ser rosa para convertirse en ángel y ya no podría salvarme.

   Y ya no puedo más. Ya no puedo seguir recordando. Los recuerdos me van a matar, mis propias espinas se me clavan. Al borde del acantilado miro otra vez al cielo y después a la rosa. La arrojo al vacío y observo cómo desaparece en la oscuridad mientras escucho el sonido de las olas rompiendo contra la roca. Suspiro y miro detrás de mí y distingo en la lejanía las luces de la policía. Cuando me doy cuenta mis pies ya no tocan la tierra y mi cuerpo vuela en el vacío. Eras lo único que me ataba a este mundo y ahora ya no estás. Fui yo quien cortó el fino hilo que me ataba a la realidad, fui yo quien arrancó de la tierra a la rosa y su belleza así que descender el acantilado y estrellarme contra las piedras no duele tanto.

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