Donde brillan las estrellas

Es raro que hoy la casa esté tan silenciosa. Ni siquiera hay estrellas brillando en el cielo pero sí resplandecen las luces en la ciudad. Y ojalá fuera al revés.
Porque el cielo está vacío de estrellas y la luna, menguante, a penas se atreve a asomarse a ver el concierto de las calles abarrotadas de coches. Van Gogh no podría pintar cuadros en esta ciudad sin sueño.
Tengo la ventana abierta y, aunque no hace frío, la cierro. Me cansa ver el paisaje monótono de edificios que compiten por ver cual de todos es más alto.
Suspiro.
Te echo de menos.
Aunque eso no es ninguna novedad.
Tumbada en la cama cierro los ojos y te acaricio la punta de la nariz con los labios. Te doy un beso detrás de otro. Pero despacito. Que quiero saborear cada centímetro que lleva tu nombre.
O por lo menos lo imagino. Porque me gusta imaginarte.
Y moldearte en el aire.
Qué manía de ser tan escurridizo como el viento.
Alargo los brazos para acercarme a ti y no me topo con nada. Ese es el problema. Que ojalá toparme con tu pecho y apoyar la cabeza en él hasta dormirme. 
Suspiro.
La verdad es que la cama está fría si no me estás arropando con tus brazos porque para qué quiero las mantas si me has enseñado que están mejor en el suelo. Y para qué la ropa si estamos mejor desnudos.
Yo no sabía que tú piel y la mía dieran tanto calor.
Abro los ojos y la oscuridad me engulle.  Hoy las estrellas no brillan en el cielo y tú que consigues que yo las vea con los ojos cerrados. De fondo se escuchan los ruidos de la ciudad tan lejanos a nuestros gemidos.
Antes de dormirme te pienso, como cada noche, y no puedo evitar soñar con tu sonrisa y la mía.
Y en el sueño bailamos.
Sí, tú y yo bailando. 
Con pasos lentos, nada de ir rápido. Tu mano en mi cintura y yo de puntillas porque tus labios están lejos de los mios.Y en el próximo compás levanto la cabeza.
Y ahí, en tus ojos joder, ahí sí que brillan fuerte las estrellas.