Granada a mis pies
Granada a mis pies y yo sintiéndome tan pequeña.
La ciudad de noche con las estrellas en sus calles, y en el cielo solo dos luceros brillando tímidamente.
La Fortaleza Roja delante que me mira y me deslumbra.
No por las luces que iluminan su fachada, si no por su belleza.
La Alhambra luce distinta de noche. A estas horas el paisaje verde de sus alrededores no la oculta y resplandece y brilla como una estrella más en la ciudad.
El murmullo de los atrevidos que rondan la plaza que admira a la Alhambra se confunde con el silencio que inunda el mirador.
Los ruidos lejanos de la ciudad y del día. El silencio inusual.
San Nicolás que durante el día acoge a medio mundo y por la noche solo a las almas perdidas.
Una guitarra suena suavemente mientras dos enamorados se besan en un banco. Y vaya espectáculo de luces e Historia se están perdiendo por tener los ojos cerrados mientras bailan sus lenguas.
Aunque no les culpo.
La magia lo envuelve todo. Y cada cual mira al monumento que quiere.
Pero yo mantengo la mirada al frente
sentada en el borde con las piernas colgando
Nudos en las garganta, abrazos amigos.
Observo lo que tengo enfrente maravillada, mientras me pregunto qué pasará mañana,
si volveré a ver esta plaza tan vacía
Si volveré si quiera a pisarla de noche.
Detrás de mí, el Albayzin sigue teniendo las calles tan blancas incluso como cuando las baña la luz del sol.
Tan estrechas, tan sencillas
Tan misteriosas y calladas.
Llenas de estrellas y de historias
Como la que tejo en mi día a día.
Vuelvo la vista a la Alhambra, aun sin conocer del todo mi destino,
aun sabiendo que no será cerca de sus calles.
Y giro la cabeza hacia la derecha, donde las calles susurran y viven.
Granada a mis pies y yo sintiéndome tan pequeña.
La ciudad de noche con las estrellas en sus calles, y en el cielo solo dos luceros brillando tímidamente.
La Fortaleza Roja delante que me mira y me deslumbra.
No por las luces que iluminan su fachada, si no por su belleza.
La Alhambra luce distinta de noche. A estas horas el paisaje verde de sus alrededores no la oculta y resplandece y brilla como una estrella más en la ciudad.
El murmullo de los atrevidos que rondan la plaza que admira a la Alhambra se confunde con el silencio que inunda el mirador.
Los ruidos lejanos de la ciudad y del día. El silencio inusual.
San Nicolás que durante el día acoge a medio mundo y por la noche solo a las almas perdidas.
Una guitarra suena suavemente mientras dos enamorados se besan en un banco. Y vaya espectáculo de luces e Historia se están perdiendo por tener los ojos cerrados mientras bailan sus lenguas.
Aunque no les culpo.
La magia lo envuelve todo. Y cada cual mira al monumento que quiere.
Pero yo mantengo la mirada al frente
sentada en el borde con las piernas colgando
Nudos en las garganta, abrazos amigos.
Observo lo que tengo enfrente maravillada, mientras me pregunto qué pasará mañana,
si volveré a ver esta plaza tan vacía
Si volveré si quiera a pisarla de noche.
Detrás de mí, el Albayzin sigue teniendo las calles tan blancas incluso como cuando las baña la luz del sol.
Tan estrechas, tan sencillas
Tan misteriosas y calladas.
Llenas de estrellas y de historias
Como la que tejo en mi día a día.
Vuelvo la vista a la Alhambra, aun sin conocer del todo mi destino,
aun sabiendo que no será cerca de sus calles.
Y giro la cabeza hacia la derecha, donde las calles susurran y viven.
Granada a mis pies y yo sintiéndome tan pequeña.
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