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Mostrando entradas de junio, 2018

Hoy he sentido miedo

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Hoy he sentido miedo de salir a la calle. Hoy y todos los días... para qué engañarnos Y es una puta mierda vivir con miedo Miedo de hacer algo tan normal como pasear. Y lo peor es que no solo yo tengo  miedo. Sé que mi vecina también. Y la chica que vive en el piso de enfrente. Y todas mis amigas. La mitad de la población al fin y al cabo. Exageradas nos dicen algunos. ¡Exageradas mis ovarios! Exageradas porque nos pitan, porque nos tocan, porque nos siguen. Desconocidos disfrazados con sonrisas amables pero con cuchillos y alfileres en los ojos. Que la culpa termina siendo nuestra. Porque iba muy provocativa. Porque iba por un sitio que no debía. Porque era mujer al fin y al cabo. Pero la culpa la tienen aquellos que creen que tienen derecho sobre mí. Sobre mi cuerpo. Que es mío y de nadie más. Los que creen que la mujer es el sexo débil. Los que creen tener poder pero son monstruos que aparecen en las pesadillas. Hoy he sentido miedo y he corrido. Por mi vid

En la pista de baile

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Ahora mismo me apetece apoyar la cabeza en tu pecho y dejar caer las manos sobre tus hombros. Y no dormir. Que para dormir ya están las noches que no estás en mi cama.   Así que vamos a bailar. Vamos a bailar. Por favor.  Rápido. Lento. Y créeme si te digo que no hace falta música porque sentirte respirar en mi oído ya es una melodía. Esta es una de mis manías a la 1 de la mañana, despierta entre las sábanas, echándote de menos, diciéndole a mis brazos que aun no te pueden rodear. Que sean pacientes. Que en nada te tendrán entre ellos. Pero cómo decirles eso si me están pidiendo a gritos sentir tu piel junto a la mía. Y dar un paso a la derecha.  Tus manos en mis caderas y mi cintura que se mueve a tu ritmo. Y otro paso a la izquierda. Abrir y cerrar las piernas en un silencio que lo inunda todo.  La oscuridad que me engulle. Las respiraciones entrecortadas. No puedo no mirarte mientras tú me clavas la mirada y me sientes tan profundo. Y te miro. Y claro que te mi

Calidez

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A veces me sonríes y me desarmas. Te lo juro. Y cuando lo haces con la mirada, sonreír, lo típico de que se me para el mundo y que me dejas sin aire pero sobre todo la tranquilidad, y felicidad , que me transmites.  Ha sido difícil a veces, lo de echarte de menos y  echar de menos el abrigo de tus brazos y tener más cerca una chaqueta para ponerme.  Pero hemos ido aprendiendo a soportar el frío y a guardarnos el calor para las sonrisas nerviosas que nos dedicamos después de un tiempo. Que los besos y las caricias aprenden a quererse y los cuerpos a temblar y no de frío. E incluso nosotros hemos ido aprendiendo a querernos. Poco a poco. Incluso las imperfecciones. Las que me miro en el espejo y tú borras con la suavidad de tus labios. Porque querer al fin y al cabo es eso: amar los defectos y las cicatrices, el pasado y las lágrimas. Y convertirlo todo en risas, o intentarlo,  que se quedarán para siempre en mi almohada, en la comisura de tus labios y en el instante en el qu