Calidez
A veces me sonríes y me desarmas.
Te lo juro.
Y cuando lo haces con la mirada, sonreír, lo típico de que se me para el mundo y que me dejas sin aire pero sobre todo la tranquilidad, y felicidad, que me transmites.
Ha sido difícil a veces, lo de echarte de menos y echar de menos el abrigo de tus brazos y tener más cerca una chaqueta para ponerme. Pero hemos ido aprendiendo a soportar el frío y a guardarnos el calor para las sonrisas nerviosas que nos dedicamos después de un tiempo. Te lo juro.
Y cuando lo haces con la mirada, sonreír, lo típico de que se me para el mundo y que me dejas sin aire pero sobre todo la tranquilidad, y felicidad, que me transmites.
Que los besos y las caricias aprenden a quererse y los cuerpos a temblar y no de frío.
E incluso nosotros hemos ido aprendiendo a querernos. Poco a poco.
Incluso las imperfecciones.
Las que me miro en el espejo y tú borras con la suavidad de tus labios.
Porque querer al fin y al cabo es eso: amar los defectos y las cicatrices, el pasado y las lágrimas.
Y convertirlo todo en risas, o intentarlo, que se quedarán para siempre en mi almohada, en la comisura de tus labios y en el instante en el que cierro los ojos y vienes a mi mente. Para sonreír al recordar la suave sensación de enredar mis dedos en tus rizos.
Y ha pasado septiembre y todos los meses de en medio hasta llegar junio. Y yo que creía que nunca llegaría pero que ahora nos acaricia el rostro con los rayos de sol.
Del frío al calor entre tus brazos y mis piernas.
Y ha pasado septiembre y todos los meses de en medio hasta llegar junio. Y yo que creía que nunca llegaría pero que ahora nos acaricia el rostro con los rayos de sol.
Del frío al calor entre tus brazos y mis piernas.
Distancia no es igual a olvido porque los corazones no entienden de lejanía si por dentro escuchan latir el del otro.
Aunque se echan de menos esos latidos cuando el único ruido que escuchas es el pitido de los coches perdidos en la ciudad.
Y yo que me pierdo en ti y ahora solo en las calles llenas de gente desconocida.
Y yo que me pierdo en ti y ahora solo en las calles llenas de gente desconocida.
Pero ya queda poco para volver a la rutina de tus besos mientras intento ordenar las palabras para hacerte una especie de poema, aunque siempre sale prosa; los versos los hago mejor sobre tus labios hasta que me doy cuenta de que las estrofas las haces tú. Y versos dispares y libres en estrofas dispersas en mi piel. Y tú, tan libre como siempre. Y precioso.
Y cada día me quieres tan bonito que hasta me haces creer que lo soy.
Y cada día me quieres tan bonito que hasta me haces creer que lo soy.
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