En la pista de baile

Ahora mismo me apetece apoyar la cabeza en tu pecho y dejar caer las manos sobre tus hombros.
Y no dormir.
Que para dormir ya están las noches que no estás en mi cama.  
Así que vamos a bailar. Vamos a bailar. Por favor. 
Rápido. Lento.
Y créeme si te digo que no hace falta música porque sentirte respirar en mi oído ya es una melodía.
Esta es una de mis manías a la 1 de la mañana, despierta entre las sábanas, echándote de menos, diciéndole a mis brazos que aun no te pueden rodear. Que sean pacientes. Que en nada te tendrán entre ellos. Pero cómo decirles eso si me están pidiendo a gritos sentir tu piel junto a la mía.
Y dar un paso a la derecha. 
Tus manos en mis caderas y mi cintura que se mueve a tu ritmo.
Y otro paso a la izquierda.
Abrir y cerrar las piernas en un silencio que lo inunda todo. 
La oscuridad que me engulle.
Las respiraciones entrecortadas.
No puedo no mirarte mientras tú me clavas la mirada y me sientes tan profundo.
Y te miro.
Y claro que te miro y me olvido de los pasos de baile.
Y de todo lo demás. 
Pero, ¿qué más dará?
En la pista de baile. Que me da igual si es mi cama, si es la arena de la playa, si es el suelo frío.
O incluso tus labios. Que ahí también se baila bien.
Porque hoy yo solo quiero bailar, apoyar mi cabeza en tu pecho y sentirte a ti.
Sentirte.

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