Cuadernos incompletos

Estaba buscando una cosa por los cajones de mi habitación, la de mi casa, y me he topado con un pequeño cuaderno. Lo he abierto. Dentro había hojas arrancadas, tachones, frases que gritaban y otras que lloraban.

He cerrado el cajón, me he sentado en la cama y he empezado a leer. Me he estremecido con la dureza de mis palabras. Pero no puedo negar lo que hay mío en cada una de ellas.Vivo en mis cuadernos. Las fotos son apariencia y las letras transparencia.

Mi habitación está llena de esos cuadernos de hojas arrancadas y de tachones. No hay libreta virgen. Todas tienen tinta.

Son esos cuadernos que te regalan por tu cumpleaños, por Navidad, por algo especial. Quizás el que te lo regala te lo regala por regalar pensando que quizás no lo utilices nunca pero en mi caso son cuadernos salvavidas.

A veces tengo la necesidad de escribir, necesidad como algo imperante que me obliga; cuando no sé decírlo con las palabras que salen de mis labios, cuando no sé llorarlo porque las lágrimas ni me entienden y cuando no sé gritarlo porque es más agudo el grito de cada línea que escribo que el del propio llanto. Cuando solo escribiendo sabes desahogarte estás perdida (o encontrada).

Escribir es algo inherente a mí. Sin querer lo hago.

A veces, cuando deambulo sin saber qué hacer conmigo misma, cuando no sé sostenerme en pie, cojo un cuaderno de los que tengo por mi habitación. Puede que en las páginas anteriores haya hecho una lista con las películas que quiero ver, o le haya dedicado unas líneas a él, pero escribo lo primero que se me pasa por la cabeza. Escribo cómo me siento. Me pregunto a mí misma cómo estoy y simplemente lo escribo. Qué me pasa. Qué me atormenta. Por qué hoy estoy feliz. Por qué ayer triste.

Pero mis cuadernos no son diarios. Los diarios tienen continuidad, son bonitos, se les dedica tiempo. Yo escribo cuando me ahogo. Cuando no puedo respirar. Lo que no leéis son las baladas más tristes. Esas que escribo porque ni yo misma me entiendo. Pero no solo escribo cuando estoy triste, aunque la mayoría de las veces sí. Escribo cuando tengo emociones que expresar. Nunca escribo en un estado neutro, ni por obligación. Escribo cuando tengo algo que decir.

Mis cuadernos están llenos de esas cosas que decir pero que no diré nunca, de cosas que contar. En mis cuadernos hay pedacitos de mí, intentos de poesía, relatos sobre gente desconocida, sueños, miedos, intentos de novelas con muchos tachones o simples frases. Ninguno completo. No sé si alguno alguno algún día tendrá punto y final. Quizás terminen en mitad de una frase, ahogada, triste o en una carcajada sonora.

Escribo sin pautas porque las emociones no tienen guión, simplemente nacen.