Abuelo
Hace un año que te fuiste y a día de hoy sigo pensando que cualquier día que vaya a tu casa vas a estar en el sofá sentado, con tu bastón al lado, y que cuando me veas entrar te vas a poner contento y me preguntarás que si he venido de Granada a pasar el finde aunque hace un par de años que ya no vivo allí. Sigo pensándolo porque se me hace muy duro pensar que te has ido para siempre.
Con 20 años nunca me había enfrentado a la muerte de una persona tan cercana y nadie te dice lo que tienes que hacer. Recuerdo que me sorprendió no llorar. A penas lloré un par de veces cuando por dentro sentía que me estaba ahogando con todas mis emociones y pensé que estaba mal no llorar pero durante este primer año sin ti he aprendido que no he llorado todo lo que tenía que llorarte porque no he asumido tu partida y de veces en cuando se me escapa alguna lágrima cuando veo algo que me recuerda a ti. Supongo que cada uno maneja el dolor de la mejor forma que puede y yo aun sigo llevándolo dentro.
Quedaron muchas conversaciones pendientes y me arrepiento cada día que pasa de ello. De no haber hablado todo. Recuerdo que te dije que quería escribir sobre tu infancia, la República y la Guerra Civil, y recuerdo que cuando te lo dije la primera vez me dijiste que tu vida no tenía nada de interesante pero los recuerdos que yo tenía de las historias que me habías contado me gritaban lo contrario. Tengo un par de páginas en mi ordenador escritas de las cosas que me has contado de cuando eras pequeño y pasturabas el ganado por el día y estudiabas por la noche. Muchas veces me echo la culpa de no haber seguido escribiendo contigo o de haber pasado más tiempo a tu lado pero yo vivía lejos y a lo último tu enfermedad te estaba apagando. Te llevaste muchas historias contigo pero estoy segura que las recuperaré con lo que me cuenten tus hermanos y tus hijos. Algún día sacaré adelante ese proyecto y vivirás eterno entre las páginas de un libro para que cuando yo ya no esté sigas estando.
Me gustaría decir que todo sigue igual desde que te fuiste pero todo ha cambiado muchísimo. Este último año he descubierto que las desgracias cuando vienen no vienen solas y en muchos momentos he sentido que me ahogaba. Pero poco a poco he ido levantando la cabeza y aprendiendo de las veces que me he caido porque me he obligado a verlo todo como un aprendizaje, intentando sacar el lado bueno aunque todo me pareciese malo. Me duele ver que desde que te has ido todos han cambiado. Me dá pena ver cómo se rompe todo por cosas sin importancias aunque muchas veces lo único que me dice el corazón es que solo hay maldad en las palabras, en los actos y en las miradas de los que antes te arropaban. Otro aprendizaje supongo.
Te echo de menos, abuelo. Te recuerdo siempre como un hombre fuerte y así seguirá siendo. Cuando te diagnosticaron la enfermedad recuerdo que te dieron un par de semanas e incluso los médicos dijeron que sería un milagro si aguantabas un mes o dos. ¡Pero aguantaste casi un año! Tus hijos optaron por no decirte lo que tenías y no te dieron quimio porque los médicos dijeron que sería peor. Me alegra pensar que tus últimos momentos fueron tranquilos, en paz y sin dolor. No sé si tú, que creías en el cielo, estarás en algún lugar que se parezca aunque sea un poco. Yo por mi parte, que no creo que en esas cosas, sé que siempre estarás porque mientras viva te voy a llevar conmigo.
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