Aguas en calma

  Hace unos días la hermana de Ana publicó una foto en un rincón de las Lagunas al que le tengo especial cariño. Me puse nerviosa al ver que había podido entrar porque la última vez que intenté entrar a ese rinconcito la valla estaba cerrada. Incluso habían cerrado el trozo de alambrada por el que solía colarme. Me llevé una decepción bastante grande la última vez que llegué y vi que me habían quitado el lugar al que ir y sentirme tranquila.

Le pregunté a Ana si se podía pasar por ahí como antes y me dijo que el trozo de alambrada volvía a estar abierto. Desde entonces siento unas ganas terribles de ir a ese sitio y sentarme en la roca que hay en el primer saliente a mano derecha. Sentarme ahí y simplemente dejar que pase el tiempo mientras el viento me acaria el rostro y dejo que me cierre los ojos.

A ese sitio se puede acceder desde mi pueblo, andando entre los huertos por caminos de tierra medio asfaltados o sin asfaltar. Hace mucho tiempo que no cojo ese camino sola, porque una vez Ana y yo tuvimos una muy mala experiencia con una furgoneta que empezó a seguirnos cuando una tarde cualquiera de junio decidimos salir a andar por donde tantas veces habíamos pasado en bici y a pie de pequeñas. Una más de tantas historias que hay pero me da rabia pensar que ese acontecimiento haya hecho que no vea de la misma forma el rincón que he evocado tantas veces cuando me sentía vacía en un séptimo piso en Granada.

A ese rincón se puede acceder por otro camino con el que se puede ir en coche. Si entras por el camino, tengo que avisar que lleno de baches, de la antigua discoteca de mi pueblo y sigues hasta el final, puedes dejar el coche y seguir andando un tramo hasta llegar al hueco de la alambrada por el que te puedes colar.

Llevo toda la semana pensando en ir aunque si pienso lo que pasó en el camino no me apetece ir sola porque tengo miedo. Y aun así lo que mi mente me pide a gritos es que vaya y me pierda con los únicos sonidos de fondo de los pájaros, la suave danza del agua y mi respiración.

El lugar es una gran flecha de arena y rocas que parte la Laguna de Torrevieja en dos. Supongo que es un camino por el que pasan los operarios pero la mayor parte del tiempo está desierto. Algún despistado se deja caer por ahí de vez en cuando. Yo misma solía hacerlo antes con más frecuencia. Un par de veces sola, con Lucky o acompañada. En ese rincón he llorado, he saltado sobre la sal cuando a finales de agosto se juntaba en grandes bloques, he corrido detrás de los pájaros que se posaban sobre el suelo quebradizo de sal, he metido el pie en el fango hasta sacarlo negro, he reído, he besado y he visto las estrellas de noche. Muchas veces me he quedado mirando las puestas de sol con la mirada perdida viendo como los tonos rosáceos del cielo se fundían con el tono rosa del agua y durante ese instante de paz intentaba no pensar en cosas que me atormentaban la mente. 

Fue el primer lugar al que fui con mi madre cuando levantaron el estado de alarma en los pueblos, cuando ya se podía pasear. No había visto tanta gente andar hacia las lagunas en mi vida. Fue reconfortante ir después de tanto tiempo y poder respirar tranquila sin sentir como las cuatro paredes de mi habitación me ahogaban. Aunque prefiero este lugar sin gente.

Estos días no dejo de darle vueltas a muchísimas cosas. Me siento perdida, confundida y triste. Muchas veces siento que no estoy. Lo que más evoco en mi mente son los brazos que antes me daban tanta tranquilidad y que en estos momentos más que nunca los siento lejos. Echo de menos a un par de personas. A mi hermano sobre todo. Al niño que era antes de todo esto y no sé dónde se ha escondido. Supongo que tendrá un refugio diferente al mío pero ojalá decida salir pronto y que me vuelva a mirar con los mismos ojos de antes.  

Aunque estos días necesito ser un poco egoista y encontrame porque si no me encuentro ni yo no sé cómo voy a encontrar a los demás cuando se sientan perdidos. Comparto esto con vosotros simplemente porque hoy lo necesito. Necesito sacar las nubes grises de dentro y verme reflejada en las cálidas aguas de la laguna. Hace mucho tiempo que no escribo con tanta frecuencia como antes pero, lo quiera o no, sigue siendo algo inherente a mí y antes de tocar fondo por completo necesito sacarlo todo. Cuando los pensamientos me nublan todos los sentidos, mi mente busca en mis recuerdos las aguas en calma de la laguna, la calidez del viento que me acaricia el rostro y, aunque todo esté mal, consigo ver un poco la vida como la canción de Édith Piaf, en rosa, y sentir que los brazos de alguien me envuelven y me arropan.

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