Por un puñado de versos
No debo ser muy buena escritora cuando un torbellino de emociones me recorre por dentro y no sé plasmarlo con palabras. Borro una y otra vez porque lo que escribo no define realmente el sentimiento. Ni siquiera sé lo que es. ¿Nostalgia? ¿Melancolía? ¿Letras sueltas a su antojo que no encuentran la forma de formar una oración? Se me llena la memoria de recuerdos, de momentos y de personas y en la garganta se me instala un nudo de lágrimas que lleva tu nombre y algo me oprime el pecho y no me deja respirar y es que el aire que respiro parece plomo que me aturde los pulmones y no me deja apenas retenerlo. En la mano tengo un puñado de rimas sueltas, un puñado de versos, un puñado de besos, los que nunca te di, me diste o nos dimos. Yo que sé. Ya ni me importa. Porque las agujas del reloj han dejado de clavarse en mí cada que vez que el segundo acechaba al minuto. Y es que eras inevitable, o lo eres, no lo sé. Ni me importa. Y yo te sigo evocando en mi prosa, buscánd