Gente que viene y va

Hace un par de años, en el colegio, conocí a una chica.
Imagen de handsRecuerdo que era muy alta (aunque, claro, desde mi estatura todo es muy alto). Con flequillo. Gafas. El pelo rizado. Muy mona.
Yo hacía un año o dos que había llegado nueva a esa colegio, había hecho muchos amigos nuevos, y ella acababa de llegar. Había estado en otros sitios antes y en el futuro seguiría recorriendo mundo. Aunque por ese momento aun no lo sabía...
La admiro.
Siempre ha sido una aventurera.
Pero sigamos por donde íbamos: nos hicimos amigas. Pero de esas amigas que van a todos sitios juntas: con la que juegas a las barbies, cantas en el sing star hasta dejarte la garganta, te tiras horas muertas en tu habitación hablando, que te acogen, que te hacen sentir en casa, que su familia es la tuya y viceversa. 
Pero tiempo después por circunstancias de la vida, tonterías de niñas pequeñas, dejamos de hablarnos. No sé si nos llegamos a pelear o algo pero el caso es que perdimos hasta el contacto.
Años después nos preguntamos qué había pasado. Ninguna sabía por qué había pasado así que solo podíamos dar las gracias de que el destino nos volviera a juntar.
Pasó el tiempo. Ella seguía en el pueblo pero poco después se cambió de instituto y el contacto se perdió definitivamente.
Mucho tiempo después empezamos a seguirnos en redes sociales. Yo veía sus publicaciones, sus fotos, sus comentarios. Sabía de su vida a través de una pantalla y durante mucho tiempo me seguí preguntando qué había pasado.
No sé quién dio el paso de comentar, de mandar un mensaje de "¿cómo estás?" o "¿Cómo te va todo?". Y empezamos a hablar otra vez aunque ahora estábamos lejos.
Nos contábamos pedacitos de nuestras vidas que nos habíamos perdido después de perder el contacto. ¡Me alegraba tanto volver a saber de ella!
Nos hicimos mayores pero seguimos creciendo juntas; ella en la ciudad y yo en el pueblo. Nos veíamos muy de vez en cuando, casi podemos contar las veces, pero siempre con ilusión de vernos y pasarnos las horas hablando y contándonos las cosas.
Cuando empezamos la universidad yo me fui a Granada, ella se quedó en Alicante a estudiar. Las dos dejamos la carrera. Yo volví a casa pero ella se fue. Empecé otra carrera en Alicante, siguiendo los sueños de la niña de 6 años que llevaba dentro de mí, a la que dejé hablar después de mucho tiempo diciéndole que no era momento para expresar lo que quería. Ella se fue lejos, pasado el Canal de la Mancha, en una tierra llena de historia y de Historia, para empezar a tejer un poco la suya.
Meses antes había pasado unas semanas haciendo un voluntariado con su hermano en una isla perdida en el Índico, en Sri Lanka. Tengo el elefante de madera que me trajo en la estantería de mi piso y cuando lo veo me acuerdo de ella.
Siempre siempre siempre me ha parecido atrevida, aventurera como he dicho antes. Es una persona llena de luz. La admiro muchísimo por su valentía, su fuerza y sobre todo por su buen corazón. Creo que esto nunca se lo he dicho antes pero nunca es tarde para abrirse.
Ahora ella está en casa otra vez y a partir de ahora nos veremos más a menudo. Disfruto con lo que me cuenta de su día a día, con sus experiencias.
Sé que siempre vamos a estar ahí la una para la otra, aun si estamos cada una en una punta del mundo, donde la vida nos lleve o donde vayamos a perseguir nuestros sueños y a calmar nuestras inquietudes. Hay gente que viene y va pero algunos tendrán siempre un hueco fijo en lo más profundo del corazón.

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