Calma
Antes de bajar la persiana veo dos estrellas que brillan tímidamente y la luna que las acompaña en un cielo despejado. Ya no hay nubes. Al final va a ser verdad que después de la tormenta siempre llega la calma. Pero para qué quiero ver el cielo en una ciudad que brilla por si sola si su luz me tapa casi todas las estrellas. Prefiero cerrar los ojos y dejar que la brisa me acaricie lentamente la cara. O quizás es una mano. Y me revuelve el pelo con la punta de sus dedos , que se enredan entre mis mechones castaños y juguetea con ellos. Y sonrío tímidamente. Ya ves, como las estrellas que me imagino que brillan allí arriba. El viento me devuelve la calma. O quizás es su respiración entrecortada en mi oreja y sus dedos acariciándome lentamente el pecho con ternura. El viento. Los caminos cálidos entre su boca y sus caderas, pero a mí me gusta aventurarme más allá. Que me quite el frío y que me haga temblar y asumo la sucesión de actos que desencadenan el caos: Mordiscos su