Calma
Antes de bajar la persiana veo dos estrellas que brillan tímidamente y la luna que las acompaña en un cielo despejado.
Ya no hay nubes.
Al final va a ser verdad que después de la tormenta siempre llega la calma.
Pero para qué quiero ver el cielo en una ciudad que brilla por si sola si su luz me tapa casi todas las estrellas.
Prefiero cerrar los ojos y dejar que la brisa me acaricie lentamente la cara.
O quizás es una mano.
Y me revuelve el pelo con la punta de sus dedos, que se enredan entre mis mechones castaños y juguetea con ellos. Y sonrío tímidamente.
Ya ves, como las estrellas que me imagino que brillan allí arriba.
El viento me devuelve la calma.
O quizás es su respiración entrecortada en mi oreja y sus dedos acariciándome lentamente el pecho con ternura. El viento.
Ya no hay nubes.
Al final va a ser verdad que después de la tormenta siempre llega la calma.
Pero para qué quiero ver el cielo en una ciudad que brilla por si sola si su luz me tapa casi todas las estrellas.
Prefiero cerrar los ojos y dejar que la brisa me acaricie lentamente la cara.
O quizás es una mano.
Y me revuelve el pelo con la punta de sus dedos, que se enredan entre mis mechones castaños y juguetea con ellos. Y sonrío tímidamente.
Ya ves, como las estrellas que me imagino que brillan allí arriba.
El viento me devuelve la calma.
O quizás es su respiración entrecortada en mi oreja y sus dedos acariciándome lentamente el pecho con ternura. El viento.
Los caminos cálidos entre su boca y sus caderas, pero a mí me gusta aventurarme más allá. Que me quite el frío y que me haga temblar y asumo la sucesión de actos que desencadenan el caos:
Mordiscos suaves.
Mordiscos suaves.
Besos que saben a agua de mar.
Uñas en su espalda.
Manos unidas en la arena.
De fondo solo escucho el sonido de las olas rompiendo contra el acantilado y el viento silbando entre las rocas. El mar entre mis piernas.
Oleaje de dos cuerpos que se buscan y se encuentran. Lenguas entrelazadas. Miradas penetrantes, de estas que hablan, que gritan.
Estrellas en el cielo y en los ojos. Su cara tintada con la luz de la luna que acompaña a las dos estrellas que bailan tímidamente tumbadas en la arena.
Y te olvidas de la ciudad que brilla por si sola, donde la lluvia ya ha dejado de caer y ha salido el sol.
Al final va a ser verdad que después de la tormenta siempre llega la calma y sus brazos siempre son un buen lugar para encontrarla.
De fondo solo escucho el sonido de las olas rompiendo contra el acantilado y el viento silbando entre las rocas. El mar entre mis piernas.
Oleaje de dos cuerpos que se buscan y se encuentran. Lenguas entrelazadas. Miradas penetrantes, de estas que hablan, que gritan.
Estrellas en el cielo y en los ojos. Su cara tintada con la luz de la luna que acompaña a las dos estrellas que bailan tímidamente tumbadas en la arena.
Y te olvidas de la ciudad que brilla por si sola, donde la lluvia ya ha dejado de caer y ha salido el sol.
Al final va a ser verdad que después de la tormenta siempre llega la calma y sus brazos siempre son un buen lugar para encontrarla.
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