Con las ganas


 Querer abrazar y no poder hacerlo duele. A veces es hasta algo físico. El pecho. El corazón. Que se te clavan las espinas. El aire que lleva veneno, que me ahoga, que me asfixia. Querer abrazar y no poder hacerlo es hacer una pregunta sin tener respuesta. Es algo vacío, desinflar un globo, quedarme sin aire. Sentirme vacía.
Mis brazos inútiles, sin nada que rodear.
¿Y cuándo lo necesitas? Y esa persona está a tantos kilómetros que no te lo puede dar... Y solo te queda aguantarte, reprimir las ganas y guardar en el bolsillo todos los abrazos que no has dado pero que darás  y contar mentalmente los días que quedan para que esos brazos te rodeen y esos labios te besen la frente, cierres los ojos, inspires fuertemente con la nariz pegada a su ropa, o a su piel, y te sientas como en casa. Sin el como.

Pero tú siempre estás ahí.
Siempre.

Y hoy tengo ganas de dormir abrazada a ti y llenarte la cara de besos.
Bueno, hoy y siempre, para qué engañarnos.
 Y mañana tendré ganas de tumbarme contigo en la cama y mirar el cielo estrellado.
O mirarte a los ojos, si total, es lo mismo.
Y ayer tuve ganas de arrancarte una sonrisa
de todas las formas posibles. Que sí, hay muchas.

Todos los días tengo ganas de muchas cosas
Y nunca me quiero quedar con ellas.
Aunque con las ganas que tengo siempre de besarte
y por más que lo intentas nunca consigues quitármelas.

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