El mar en mi terraza


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Hoy he subido a la terraza a despejarme.
Las cuatro paredes de mi casa y de mi mente se estaban empezando a cerrar y cada vez se hacían más y más pequeñas.
Hoy hacía un buen día. Hacía sol, un sol radiante que casi se burlaba de mí viéndome desde lo alto encerrada en mi pequeño caos desde un hace un mes.
He subido con los auriculares y un libro y me he sentado en la hamaca de la playa.
Eran las tres y media de la tarde y el sol, como siempre, estaba en lo más alto.
Quería leer pero se me cerraban los ojos. Parecía que el sol me invitaba a dejar el libro de lado y perderme en mi mente una vez más pero eso era justo lo que yo no quería. Al final me ha vencido y mientras dejaba que el libro reposara sobre mis piernas los rayos de sol me acariciaban la cara lentamente y hacían caer mis párpados.
Por un momento he sido feliz en todo el día, he notado cómo si alguien especial me abrazara. Un calor sofocante en mis mejillas. Tenía calor pero era un calor agradable, un calor que se aprecia cuando dentro del pecho solo tienes frío.
Había silencio y solo escuchaba pájaros de fondo. Parecían gaviotas.
Y ya no ha hecho falta nada más.
Poco esfuerzo me ha hecho falta para imaginarme, así con los ojos cerrados, que estaba tumbada al lado del mar. Y escuchaba las olas.
La playa estaba silenciosa y solo podía escuchar el ruido de las gaviotas de fondo, muy al fondo, mientras acompañaba el vaivén de las olas. He pensado en un par de personas que me hacen feliz y cuando he vuelto a abrir los ojos he deseado que estuvieran allí conmigo.
Pero cuando he abierto los ojos no había nadie. Estaba yo sola, con mi libro entre las piernas, y mi perra tumbada a mi lado que acababa de subir a la terraza para hacerme compañía.
Por un momento el sol me ha hecho feliz porque me ha hecho evocar momentos felices al lado del mar. Por un momento he olvidado que he perdido la llave de la jaula.
Poco a poco han ido saliendo nubes y he pensado que qué pena con lo bonito que estaba el cielo despejado. Las nubes han cubierto todo el cielo, incluso mis ojos que tanto habían disfrutado con los rayos de sol, y ahora me nublaban el pecho.
He recogido las cosas, ha empezado a llover y he bajado de nuevo a mis cuatro paredes y al caos que veo estos días en mi mirada. 

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