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Hoy no quiero ser valiente; quiero ser libre

Cerca de mi pueblo hay un paraje natural por el que la gente suele hacer actividades de deporte. He ido muchas veces con mi familia, con mis amigos, con mi novio, e incluso yo sola. He de decir que es un sitio al que me gusta ir, donde puedo respirar tranquilamente y cerrar los ojos. Pero hace un tiempo que ese lugar ya no es paz ni tranquilidad. Una tarde de verano una amiga y yo estábamos aburridas en casa y decidimos calzarnos los deportivos y salir a andar, como habíamos hecho otras veces.Salimos temprano en una hora que no hiciera mucho calor pero procurando que no fuera muy tarde para no volver de noche. Conforme nos alejamos del pueblo aun quedan casas a las afueras pero en un momento el camino deja de estar asfaltado y empieza a ser de tierra y los laterales se cubren de matorrales. Aquel día, cuando llegamos al borde del agua, donde hay un trozo de tierra que divide la laguna en dos, nos dimos cuenta de que no habíamos sido las únicas que habían decidido pasar la tarde en l...

Gente que viene y va

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Hace un par de años, en el colegio, conocí a una chica. Recuerdo que era muy alta (aunque, claro, desde mi estatura todo es muy alto). Con flequillo. Gafas. El pelo rizado. Muy mona. Yo hacía un año o dos que había llegado nueva a esa colegio, había hecho muchos amigos nuevos, y ella acababa de llegar. Había estado en otros sitios antes y en el futuro seguiría recorriendo mundo. Aunque por ese momento aun no lo sabía... La admiro. Siempre ha sido una aventurera. Pero sigamos por donde íbamos: nos hicimos amigas. Pero de esas amigas que van a todos sitios juntas: con la que juegas a las barbies, cantas en el sing star hasta dejarte la garganta, te tiras horas muertas en tu habitación hablando, que te acogen, que te hacen sentir en casa, que su familia es la tuya y viceversa.  Pero tiempo después por circunstancias de la vida, tonterías de niñas pequeñas, dejamos de hablarnos. No sé si nos llegamos a pelear o algo pero el caso es que perdimos hasta el contacto. Años después n...

Cuadernos incompletos

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Estaba buscando una cosa por los cajones de mi habitación, la de mi casa, y me he topado con un pequeño cuaderno. Lo he abierto. Dentro había hojas arrancadas, tachones, frases que gritaban y otras que lloraban. He cerrado el cajón, me he sentado en la cama y he empezado a leer. Me he estremecido con la dureza de mis palabras. Pero no puedo negar lo que hay mío en cada una de ellas.Vivo en mis cuadernos. Las fotos son apariencia y las letras transparencia. Mi habitación está llena de esos cuadernos de hojas arrancadas y de tachones. No hay libreta virgen. Todas tienen tinta. Son esos cuadernos que te regalan por tu cumpleaños, por Navidad, por algo especial. Quizás el que te lo regala te lo regala por regalar pensando que quizás no lo utilices nunca pero en mi caso son cuadernos salvavidas. A veces tengo la necesidad de escribir, necesidad como algo imperante que me obliga; cuando no sé decírlo con las palabras que salen de mis labios, cuando no sé llorarlo porque las lágri...

Recuerdos compartidos

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Cuando he llegado del trabajo mi vecina, una mujer mayor que ronda los 90 años, me ha parado en la puerta de casa y me ha dicho que me tenía que contar una cosa. Ella estaba sentada como todas las tardes en la puerta de su casa, rodeada de sillas en las que más tarde se sentarán las otras vecinas, con las que estará varías horas hablando y riendo. Mi vecina me ha dicho que había encontrado los cuadernos de poesía que escribía cuando era joven y que sabía que a mí me gustaba leer y escribir y que cuando quisiera me los dejaría. Me ha contado que a ella también le gustaba escribir cuando era más joven pero que seguramente sus escritos estarían llenos de faltas de ortografía porque a ella nunca le habían enseñado ni a leer ni a escribir pero las ganas que ella tenía de aprender habían podido con ello y había aprendido por su cuenta. Me ha dicho que aun hoy en día sigue escribiendo y pasando poesía a mano de unos cuadernos a otros, que le apasiona. Dice que le han dicho si es que ahora a ...

Hoy he sentido miedo

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Hoy he sentido miedo de salir a la calle. Hoy y todos los días... para qué engañarnos Y es una puta mierda vivir con miedo Miedo de hacer algo tan normal como pasear. Y lo peor es que no solo yo tengo  miedo. Sé que mi vecina también. Y la chica que vive en el piso de enfrente. Y todas mis amigas. La mitad de la población al fin y al cabo. Exageradas nos dicen algunos. ¡Exageradas mis ovarios! Exageradas porque nos pitan, porque nos tocan, porque nos siguen. Desconocidos disfrazados con sonrisas amables pero con cuchillos y alfileres en los ojos. Que la culpa termina siendo nuestra. Porque iba muy provocativa. Porque iba por un sitio que no debía. Porque era mujer al fin y al cabo. Pero la culpa la tienen aquellos que creen que tienen derecho sobre mí. Sobre mi cuerpo. Que es mío y de nadie más. Los que creen que la mujer es el sexo débil. Los que creen tener poder pero son monstruos que aparecen en las pesadillas. Hoy he sentido miedo y he corrido. Por mi...

En la pista de baile

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Ahora mismo me apetece apoyar la cabeza en tu pecho y dejar caer las manos sobre tus hombros. Y no dormir. Que para dormir ya están las noches que no estás en mi cama.   Así que vamos a bailar. Vamos a bailar. Por favor.  Rápido. Lento. Y créeme si te digo que no hace falta música porque sentirte respirar en mi oído ya es una melodía. Esta es una de mis manías a la 1 de la mañana, despierta entre las sábanas, echándote de menos, diciéndole a mis brazos que aun no te pueden rodear. Que sean pacientes. Que en nada te tendrán entre ellos. Pero cómo decirles eso si me están pidiendo a gritos sentir tu piel junto a la mía. Y dar un paso a la derecha.  Tus manos en mis caderas y mi cintura que se mueve a tu ritmo. Y otro paso a la izquierda. Abrir y cerrar las piernas en un silencio que lo inunda todo.  La oscuridad que me engulle. Las respiraciones entrecortadas. No puedo no mirarte mientras tú me clavas la mirada y me sientes tan profundo. Y te ...

Calidez

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A veces me sonríes y me desarmas. Te lo juro. Y cuando lo haces con la mirada, sonreír, lo típico de que se me para el mundo y que me dejas sin aire pero sobre todo la tranquilidad, y felicidad , que me transmites.  Ha sido difícil a veces, lo de echarte de menos y  echar de menos el abrigo de tus brazos y tener más cerca una chaqueta para ponerme.  Pero hemos ido aprendiendo a soportar el frío y a guardarnos el calor para las sonrisas nerviosas que nos dedicamos después de un tiempo. Que los besos y las caricias aprenden a quererse y los cuerpos a temblar y no de frío. E incluso nosotros hemos ido aprendiendo a querernos. Poco a poco. Incluso las imperfecciones. Las que me miro en el espejo y tú borras con la suavidad de tus labios. Porque querer al fin y al cabo es eso: amar los defectos y las cicatrices, el pasado y las lágrimas. Y convertirlo todo en risas, o intentarlo,  que se quedarán para siempre en mi almohada, en la comisura de tus labios y en e...