A la niña de 6 años que fui

Cuando me miro en el espejo muchas veces veo a la niña que fui. Soy prácticamente igual. Un poquito más alta, un poco menos ingenua, igual de responsable y con la cabeza en las nubes de vez en cuanto.Evadirse está bien. Hay veces que lo necesito.
Todos lo necesitamos.
Pero últimamente lo necesito más que nunca.
Hacía tiempo que no me sentaba delante del ordenador y escribía. Hace un tiempo que no me veo, que no soy yo, y no me reconozco pero ultimamente me encuentro dibujando caras sonrientes en el vaho que ha empañado el cristal del aseo. Cuando me miro en el espejo sonrío a mi yo de 6 años.
En estos momentos más que nunca me gustaría sentarme y hablar con ella y decirle que lo he conseguido, que tengo 20 años y estoy estudiando lo que le vuelve loca. Que me ha costado pero he aprendido a escucharme a mi misma, o lo estoy intentando. Es difícil ser mayor, Judit, e intentar contentar a todo el mundo con tus acciones sin saber que cuando haces eso poco a poco te estás perdiendo a ti misma. Me he equivocado mucho estos años pero son cosas que van a ir siempre conmigo y en vez de verlo como errores aprendo a verlo como enseñanzas de la vida. Y sonrío.
Me gustaría decirle a mi yo de 6 años que en el último momento, cuando tenía que tomar una de las decisiones más importantes de mi vida, traicioné todo lo que había estado construyendo en mi interior, le solté la mano a la niña soñadora y me fui a una ciudad lejos de casa, prácticamente sola, porque era lo que las palabras de la gente habían construido en mi cabeza, que era lo mejor para mí.
Desde que tengo 6 años me he pasado toda la vida escuchando que mi pasión no tenía futuro, que debía buscar algo con más salidas. Judit, me tocó pensar friamente qué era lo mejor para mí, aunque ya no sé si llegó a ser un qué era lo que todos esperaban. Y casi en el último minuto dije que me iba a Granada, a estudiar algo que creía que me gustaba, que creía que podría sustituir eso de letras que no me llevaría a ningún lado pero que a mi me llenaba y me llena el cuerpo y el alma. Y me fui, Judit, y te irás, y lo dejarás todo atrás.
Hasta que no estuve allí y mis padres se fueron no fui consciente de lo que había hecho y te puedo jurar que si te hubieran dado una mínima oportunidad de volver un par de meses atrás la hubieras cogido y te hubieras aferrado a ella como a una luz quien lleva días sin ver el sol. No sé, Judit, fueron unos meses raros, a partir de ahí creo que empezó a ir todo a peor, o tú a cambiar, mejor dicho. Yo ya no soy la chica de 18 que subía todas las mañanas en el autobús a Cartuja.
Fueron unos meses raros, Judit, de no entenderte, de no entender a nadie, de sentirte sola aun estando rodeada de mucha gente. De no ser tú. Pero creo que gracias a esos meses, a estos años, soy la persona de ahora.
¿Sabes qué es lo único que echo de menos de Granada? La gente. Mis amigos, a todos los que dejé atrás. Tengo la sensación que siempre dejo a alguien atrás y tome las decisiones que tome le haré daño a alguien pero supongo que hay que verlo de otra manera, que es gente que sube y baja de tu vida y no siempre se coincide en la misma estación.  Y sí, es lo único que echo de menos de la ciudad. La gente y su vida. Y daría lo que fuera porque muchas de esas personas estuvieran más cerca de casa y poder ir a visitarles con más frecuencia, porque muchos son como familia.
Lo demás no lo echo de menos. Granada es bonita, como ciudad, pero a mí no llena. 
Ay, Judit, si supieras que tuviste que irte lejos para descubrir tú, que tanto odiabas la playa, que echarías de menos el mar y sus colores. Si supieras que llegarás a entender el significado completo de hogar. Para mi hogar siempre será Alicante siempre será mi pueblo pequeño, las aguas rosas de la laguna, sus cuatro calles y su cielo azul. Y tuviste que irte lejos para comprender que los brazos de algunas personas son casa, son refugio, y no todas las miradas son igual de cálidas. Aprendiste a querer en la distancia cuando estabas aprendido a querer y supiste lo que es esperar y que te esperen y hoy estas contenta de saber que esa persona siempre estará a tu lado. Hoy sabes valorar quien está y quien es de verdad. Hoy sabes ver las sonrisas de la gente.
Ojalá pudieras pasar más tiempo con el abuelo, Judit. Hoy ya no está. Muchas veces pienso que si voy a casa va a estar en el sofá sentado viendo la tele con el bastón al lado como siempre y que me preguntará muchas veces que cuándo vuelvo a Granada. Pregúntale mucho porque se me olvidó preguntarle muchas cosas y me arrepiento.
Pasé un par de meses en Granada extraña, confundida. Sabía que no estaba a gusto del todo. Intentaba pensar que no me gustaba lo que hacía pero que me adaptaría, que era normal. Pero no era normal. Por más que intentaba autoconvencerme no encontraba sentido a los pasos que daba, y ahí más que nunca no veía futuro a mis acciones, yo, quien siempre había tenido claro que lo bonito estaba en los libros que hablaban del pasado. Y un día no sé cómo lo hice, Judit, fuimos valientes, tú más que yo, y tomaste otra de las decisiones más importantes de nuestra vida. Fue duro decirlo pero en tu cabeza todo tenía sentido ahora y creo que por fin, en mucho tiempo pudiste respirar tranquila.
Terminé el curso y volví a casa, a los colores del mar y a los brazos de la gente. Ahora estoy en segundo curso, me estoy formando como historiadora, y aunque no tengo tan claro si mañana quiero descubrir los secretos del Antiguo Egipto como querías tú, hoy más que nunca te siento conmigo. Cuando crezcas un poco más empezará a apasionarte la Guerra Civil española, no sé por qué y te convertirás en la chica de 20 años que soy hoy en día, la que se mira al espejo y te sonríe. Esa chica de 20 años sabe que quiere divulgar la Historia y que le gusta pensar que no sabe si lo hará escribiendo, ayudando a realizar algún guión o preparando proyectos pero sabe que el pasado forma más parte de su futuro que nunca.
Este último año ha sido especialmente duro, ¿sabes? Pero si estoy escribiendo esto es porque estoy consiguiendo salir. He reflexionado mucho y hoy puedo ver más allá y ver lo bueno y lo malo aunque lo malo lo hago bueno si entiendo los motivos y le doy otro punto de vista. Hoy estoy haciendo lo que me gusta de corazón, hoy puedo decir que soy yo casi al 100%
Hacía mucho tiempo que no te veía dentro de mí y necesitaba escribirte. Últimamente cuando me siento a estudiar te sientas conmigo y sé que estás contenta de ver que lo hemos conseguido. Estoy segura de que a partir de ahora nos veremos más a menudo cuando mire hacia mi interior y te vea sonriéndome.

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