Estaciones

He visto más abrazos tristes en las estaciones de los que me gustaría admitir. Abrazos de personas que se quieren pero que se tienen que separar.
Y qué punzada en el lado izquierdo del pecho. Sí. En el corazón.
También he visto gente llorar mientras la persona de enfrente le desdibujaba las lágrimas con sus dedos, le acariciaba el rostro y le susurraba que no llorara. Pero hay palabras que por muy buenas intenciones que lleven consigo no calman las tormentas de dentro.
Y también he sentido nudos en la garganta mientras alzaba la mano para despedirme de los que me echarían de menos durante un tiempo.
Manos en el cristal. Gotas de lluvia deslizándose lentamente.
Y más de 3 horas hasta llegar a la rutina.
Otra tarde entre Granada y el paso lento de las nubes en el cristal.
La nieve que cubría los campos andaluces entre Granada y Almería ha dejado paso a las amapolas que lo inundan todo formando océanos de tinta roja acompañados del verde de las hojas de los arboles y de la hierba que crece libre e indomable en el suelo.
Qué espectáculo el campo andaluz.
He visto llover y nevar. Granizo y nubes negras en el horizonte.
Pero también días soleados y la noche estrellada desde la autovía.
He visto como la mujer de mi lado le decía a su marido por teléfono que en llegar le avisaba, que estaría bien. He visto al chico de al lado estudiar derecho. He visto a una pareja ver una película mientras reían. Y entre risas, largas conversaciones y lágrimas han pasado muchas historias a mi lado, tantas, que me maravilla pensarlo.
De otoño a primavera las agujas del reloj no callan entre trenes y autobuses.
El tiempo pasa entre estación y estación, como las golondrinas de Bécquer.
El tiempo pasa
Y mis labios ya te echan de menos

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